sábado, 24 de abril de 2010

La razón del ser del escritor

La literatura iberoamericana está caracterizada por su diversidad. Hombres y mujeres de varios países decidieron dedicar su vida a la escritura. Sin embargo, las obras iberoamericanas comparten por lo menos dos características fundamentales: la lengua española y la huella de la revuelta. El hecho de que América Latina y España conocieron, en su historia, la tiranía y la injusticia es uno de los factores explicativos de la riqueza de su creación literaria. Además, numerosos escritores sufrieron las consecuencias de su lucha contra la injusticia.

Porque no está satisfecho con la realidad, el escritor prefiere creer otra. En efecto, la escritura es una forma de compromiso y lucha contra la opresión, en la medida en que la opresión lleva a la revuelta, y la revuelta es la esencia de la creación literaria. En su poema Explico algunas cosas, Pablo Neruda incita el lector a venir a “ver la sangre por las calles[i]” para que comprenda por qué su poesía está cambiando. El escritor tiene una responsabilidad con la sociedad de escrutarla, para denunciar, combatir y vencer sus aspectos más viles. Por esta razón, podemos decir que la creación literaria se debe a la lucha casi cotidiana que los escritores, especialmente en América Latina, emprenden contra la opresión. Pues, según Mario Vargas Llosa, “la razón del ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica[ii].

Si la razón de ser del escritor es la rebelión, la razón de ser de la opresión es, precisamente, oprimir a los tratan de combatirla. Pues, numerosos escritores de América Latina o España sufrieron las consecuencias de sus escritos. Federico García Lorca, que murió ejecutado durante la Guerra Civil Española por sus escritos y sus afinidades políticas. En uno de sus poemas, describió de manera casi premonitoria un “corazón malherido por cinco espaldas.[iii]” Carlos Oquendo de Amat, un poeta peruano, fue expulsado de La Paz, Bolivia, por sus ideas políticas. En la ciudad de Arequipa, fue responsable del partido de José Carlos Mariátegui, uno de los intelectuales más importantes del país. Luego, fue desterrado a Panamá. Muchos poemas de Pablo Neruda fueron escritos cuando vivía en clandestinidad en Chile, por ser acusado de "infligir la Ley de Seguridad Interior del Estado e injuriar al Presidente González Videla[iv]"

La injusticia, la tiranía y la violencia son algunos factores que explican el desarrollo de la literatura iberoamericana. Desde siempre, la inspiración del escritor es alimentada por su revuelta perpetua. Esta revuelta dejó su huella en el destino de muchos de los escritores: a causa de sus opiniones algunos tuvieron que irse de su tierra natal; a otros, les arrebataron la vida. Pues ¿Cuál es el futuro de la creación literaria iberoamericana? Sería posible que pierda su sabor y su interés cuando estos países conozcan más estabilidad y prosperidad. No obstante, es mucho más probable que nunca se altere. Primero, porque siempre habrá injusticia. Luego, porque la creación literaria puede emerger también de la belleza y del amor. Y, sobre todo, porque se puede escribir sin objetivo, sin razón. No es indispensable hacerlo con un fin preciso. A veces, la escritura es el fin.


[i] Neruda, Pablo. “Explico algunas cosas.” Poemas del alma. Web. 7 Apr. 2010

[ii] Vargas Llosa, Mario. "La literatura es fuego: Discurso de aceptación del premio Rómulo GallegosMario Vargas Llosa página oficial. Web. 7 Apr. 2010.

[iii] García Lorca, Federico. "La guitarra." Poema del cante jondo. Web. 7 Apr. 2010.

[iv] "Pablo Neruda." Wikipedia, la enciclopedia libre. Wikipedia foundation, Inc. Web. 20 Apr. 2010

miércoles, 14 de abril de 2010

Itzamná


es un dios maya, Señor de los Cielos, de la Noche y del Día. Es el inventor de la escritura y de los libros… El dios de las palabras.

Gabriel García Márquez lo mencionó en un discurso muy interesante que os recomiendo leer http://www.ciudadseva.com/textos/otros/ggmbote.htm

La devoradora



Desde hace cuatros días estaba encerrado en la habitación, con una pluma, un montón de papel, y una obsesión: escribir. La inspiración, sin embargo, le había abandonado. Después de muchos años pasados viajando y descubriendo el mundo, ya no podía hacerlo. Y esta pérdida de la única cosa que podía hacer, que sabía hacer bien, le desesperaba.

Por eso, algunos días antes, decidió regresar a su casa en el campo. Juró que no se iría antes de haber recobrado su habilidad. Para él, la literatura se había poco a poco convertido en una compañera tiránica, que odiaba e idolatraba al mismo tiempo, pero que tenía que satisfacer. Encerrado en el sótano de la casa, sin aberturas ni ventanas para protegerse de las irritantes intrusiones del ruido y del sol, podría hacerlo. Tranquilo y aislado.

Los primeros días fueron muy extraños. Como cada persona que fomenta y empieza un nuevo proyecto, se sentía alegre y lleno de entusiasmo. Sabía que todo volvería a la normalidad. Crearía una obra sublime, y se iría de esta casa. Volvería a vivir su vida, reír con sus amigos y disfrutar de los placeres de la vida. Sólo después de haber engendrado una obra magistral.

Colillas. Páginas desnudas. Después de una semana, la inspiración todavía le faltaba, así como el fervor con que se ponía a escribir, antes. Se dio cuenta de que todavía no estaba en un entorno propicio a la escritura. Despidió a la persona que hacia la limpieza e iba de compras. No le molestaba el polvo y tenía bastante alimento y cigarrillos para sobrevivir algunos días. También desconectó la línea telefónica y apagó su móvil. Necesitaba más tranquilidad, más aislación.

Colillas. Mucho más palabras. Ya no sabía cuánto tiempo había pasado en el sótano, ensimismado en sus reflexiones y su trabajo. Dos semanas, quizás más… Ya no importaba, porque lo había recobrado. La inspiración… La exaltación al escribir. Era mucho más fácil ahora, mucho más fluid. La pluma corría en el papel. A veces, lo acariciaba suavemente; otras veces, su punta acerada lo arañaba con violencia. Pero la obra tomaba forma. Poco a poco, crecía y se desarrollaba.

Capa de ceniza. Ríos de tinta. El torrente, rebalsado demasiado tiempo, corría ahora y nada podía interrumpirlo. Había escrito frenéticamente durante días, casi sin interrupción. Se sentía mucho más mejor ahora. Tranquilizado y aislado.

Golpes violentos. Una puerta metálica derribada bruscamente. Y de repente, detrás de ella, una escena muy extraña. Un montón de cigarrillos. Papeles arrugados, con palabras garabateadas deprisa y corriendo por una mano febril.

El hombre, famélico e hirsuto, ya no respiraba. Sin embargo se podía ver un esbozo de sonrisa en su cara apacible. Debajo de su mano, los paramédicos encontraron las páginas de la novela que acababa de escribir.

Según la crítica que pareció algunos meses más tarde, la novela póstuma del famoso escritor fue su mejor obra. En esta casa alejada del mundo, había creado un monumento de la literatura contemporánea. Una obra profunda y apasionante. Llena de vida.